martes, 6 de junio de 2023

Maine Hermo y La Plapla (Crónicas Chismosas)

                                        

28/10/21- Jueves -21 hs-                                               
Experiencia de ir a ver Maine Hermo y La Plapla al Teatro del Bar Ducon.
-La necesidad de un sonido perfecto.-

Al llegar al lugar, en Durazno y Convención (de ahí el nombre del bar) la música empieza a sonar en mi cabeza, el gran Jaime Roos omnipresente. No solo eso aparece en la noche montevideana, porque el Darno es eterno y cuando escucho una cantautora tan notable como Maine Hermo lo confirmo. Ya ahondaré sobre esto más adelante.
Le comento a mi amiga que la música no tiene tiempo, nos miramos y ya estamos riendo al rondar el boliche. Se escuchan conversaciones y ruido ambiente, en el bar y en mi mente, la música suena y ni siquiera entramos. Un local que da a una esquina, chico, con una puerta lateral que dirige a un piso inferior donde sucederá el espectáculo. Al bajar por la escalera nos cruzamos un espejo y la puerta del baño que dice "todes", por un instante recuerdo que estoy en Montevideo y que hay zonas donde el progresismo y el lenguaje inclusivo llegó, al menos en el cartel. Viendo esto y teniendo en cuenta lo que pasó después en el escenario, pienso que hay lenguajes que no son para todo el mundo y que al igual que ciertas escenas musicales o musicalidades son bastante endogámicos (piénsese en el Jazz por ejemplo). Pero creo que no es “culpa” de nadie. Sucede. Ahora imagino unos espejos borgeanos que dejan ver para dentro y para afuera y siempre reflejan la perspectiva exacta de donde están nuestros pies en el mundo que nos rodea. Lo imposible puede ser.
Pero sigamos. El afuera y todos esos pensamientos que me fantaseo escritos después de las actuaciones, con los primeros acordes desaparecen. Ya estoy en la silla tomando algo con la expectativa en el cuerpo y la cabeza llena de sensaciones que intento serenar. El escenario me atrae la atención, tablas con dimensiones aptas para tres o cuatro personas con instrumentos, espacio confortable, íntimo, cerca de la gente, amplificado, un sótano donde pasan cosas. No somos más de cincuenta personas. Esta lleno el aforo.
Arrancan La Plapla y la mente empieza a dispararse con esas raras composiciones. Pero antes de que se produzca el despegue los acoples graves se hacen presentes. Un error que condiciona y que hace poner la atención en lo técnico y no en las canciones.
Atención, canciones es una  palabra que debería ir entre comillas cuando hablamos del trío conformado por Vito, Ire y Lúcia, ya que requieren una atención extra, parece que se trataran de rituales musicales, sonidos orgánicos y arreglados con exquisitez. Pero el acople vuelve y sigo sin poder volar del todo. La música que escucho en los temas me conmueve, las armonías me tocan la piel y quiero descubrir más de esta formación (dos guitarras y un teclado, que varía en acordeón, y una de las guitarras deriva en percusión y ruidismo). Las tres cantan muy bien solas y por separado, lo coral se destaca desde el inicio. Una propuesta que no conocía y que no pasa desapercibida.Un combo que es difícil de encasillar en algún género o categoría de plataforma mainstream. ¡Ojo!, porque esto muchas veces se dice para envolver de misterio a alguien que se denomina artista y que carece de valor artístico, como para disfrazarlo de talento, pero en general es más Hamparte que arte en sí (googlear Antonio Villarán, Hamparte). Pero claramente no es el caso, acá sobran cualidades y calidad musical, por separado y en la suma de sus elementos.
Mientras voy escuchando pienso dónde ubicarlas en mi mapa y se me viene la línea de Los Que Iban Cantando, o Masliah, hasta Canciones para No dormir la Siesta ( y hago un puente con Maria Elena Walsh de quien tomaron más que el nombre de un cuento suyo para nombrar al grupo). Y también escucho la influencia de Liliana Herrero, o Juan Quintero y Luna Monti en las voces, en las letras, en el minimalismo con que se manejan, no sé...se me ocurre un neo-folclore ambiental coral orgánico y natural que combina a la perfección (mi obsesión por lograr coordenadas que no sirven para mucho). Es que “la Plapla no figura en el Abecedario”*.
Y de obsesiones y perfección va esta crónica, porque pienso que para que ciertas propuestas se luzcan, en específico las de La Plapla y Maine Hermo, necesitan de un sonido perfecto (por sonido entiendo amplificación, micros, persona sonidista, y demás cuestiones relacionadas para que “suene bien”).Y esto lo planteo más allá de algunas incorrecciones técnicas que no solo dependen de quién coordina el sonido sino de las ejecuciones del momento y lo inesperado. Pero de todas formas, para estos proyectos es fundamental que todo suene bien, los instrumentos, las voces, los silencios. Tanto las canciones de grupos que apuestan a lo experimental, como las letras de una trovadora y sus cavilaciones, todas las músicas quizás, requieren de que nada falle, que se mantenga la concentración arriba y abajo del escenario, que lo técnico NO termine por encima de lo artístico.

El pasaje de un show al otro fue con un crossover entre las músicas ejecutando un tema denominado “Humo”, del disco “Extravíos, hace tiempo” del 2015 editado por el sello Perro Andaluz (único Lp de la cantautora Maine Hermo hasta ahora). Una canción inspirada o dedicada a Darnauchans, y en este momento me cayó la ficha y fui más consciente de lo que iba a suceder minutos después. Terminé mi vaso de cerveza, salí a fumar (el Darno siempre el Darno). La noche seguía armonizando afuera ahí lejos en el sur y yo pensé en el disco de Maine y en los años que no lo escuchaba. Cuando salió me encantó pero nunca fui a ver las presentaciones, ahora tiempo después me llegó la data del toque y tenía ganas y el dinero para venir. Solo escuche una canción y ya no me arrepiento.
Está claro que lo que hace Maine Hermo es hermo de hermoso. Y este chiste tonto intenta sacar una mueca de sonrisa porque eso se respira en la noche. Una especie de alegría compartida por escuchar a esta tremenda songwriter, esta tremenda baladista.
Lo de La PalPla es de excepción, pero la manera que tiene Maine de contar sus cosas abre las puertas de la dulzura y el disfrute perceptivo. Es muy particular, las lágrimas en sus ojos dan muestra de ello. No solo lo melódico y la letrística, sino que sus dedos en los trastes de la guitarra o del laúd renacentista (si, toca el laúd y como suena gente, como suena) son brillantes. Su voz acompaña todo lo que quiere decir, su volumen bajo (también cuando habla) y su calidez son justas para pintar sus letras y permitirnos el extravío dentro de sus composiciones. Para este formato (guitarra y voz, se suma por momentos un contrabajo y guitarra eléctrica) y para estas cualidades que tiene su timbre,se necesita un sonido perfecto. Hablamos de una instrumentista excelente pero sobre todo de una trovadora, lo que toca es importante pero lo que dice es fundamental. Su veta política (lo personal es político), las historias, la complejidad de la vida y sus matices, sus bellos laberintos, todo eso que narra, requiere prestar atención. Quizás (repito) para toda la música en vivo, pero cuando el “coloque” es sentarse a escuchar lo que alguien tiene para decir nada puede interceder en ese encuentro.
Siento comodidad en la mesa, veo bien, mi amiga también disfruta y yo me fijo en cosas que quiero dejar para después. Las canciones suenan bien, pero en un momento asoma un acople, en otro la guitarra no se escucha, ahora no pasa nada pero hay nerviosismo con un micro, ya no quiero que se amplifique NADA. Ella se descalza y me alienta la idea, y cuando comenta que el laúd es rebelde para microfonear me convenzo: hay propuestas que en lugares chicos y con la gente dispuesta a la escucha no necesitan de amplificación. Un tema lo canta al aire con un invitado (Fer Henry) y creo que toda la gente presente pensó lo mismo, no sé, me dio la sensación. El último tema fue con La Plapla y público invitado, se formó un coro improvisado de ocho personas sin micros y lo confirmo (más aun teniendo en cuenta que el tema “Llovía” del trío no se había escuchado bien por los acoples y ahora brillo).
No quiero decir con esto que el sonido fue malo, No, se escucho bien, el bar tiene buen equipamiento, se veía que todo estaba a disposición y había buena voluntad de la gente del lugar para que todo saliera bien. Este texto es una mirada externa casi voyerista de la situación. El final se desarrolló con la calma del inicio pero entre abrazos de mucha gente que se notaba se conocía entre sí, las intérpretes rodeadas de amistad y buena música.
Yo terminé una vez más el vaso de cerveza y quedé tarareando la última melodía contra el viento que transitaba por la calle. Salí con la sensación del placer cumplido y con ganas de contarle a la gente amiga lo que había vivido, la flor más que la espina. Salí con la intención de motivar la escucha de estas dos propuestas, lo que está grabado y lo que ojala graben juntas o por separado. Sobre todo trasmitir de que vayan a su encuentro (ese es el sentido de esta crónica) ,que vayan a escucharlas en vivo. Ojalá con un sonido perfecto, sabiendo que la perfección no existe, por supuesto, pero aunque sea imposible, como ya fue dicho, de lo posible se sabe demasiado**.
Más allá de los contextos, de las condiciones de los escenarios, hay sonidos y canciones que trascienden y rompen las barreras que intermedian, se convierten en música que suena en la cabeza. Y esos sí, tal vez, sean los únicos sonidos perfectos que podremos escuchar.


@Chismosa_Selecciones
Notas * Del audio-cuento "La Plapla" de Maria Elena Walsh que da nombre al grupo. * De la canción "Resumen de noticias" de Silvio Rodriguez.











No hay comentarios:

Publicar un comentario